ARTICULO DE OPINION
El próximo veinticuatro de abril será el “día internacional de concienciación
sobre el ruido”.
Ruido y tabaco son problemas que no están muy separados, la diferencia más
importante es la actitud de las Administraciones Públicas, de las fuerzas políticas, ante
un caso o el otro, y su falta de voluntad para admitir que los excesos de la contaminación
acústica generan delitos, delitos que ellos ayudan a que pasen impunemente. No hay
más que ver con qué facilidad se han puesto de acuerdo estos días para adoptar nuevas
medidas contra el tabaco, mientras ven las quejas de la ciudadanía en los medios de
comunicación sin inmutarse.
Es un problema grave sobre el que advierten de forma insistente y alarmante
infinidad de organismos científicos y expertos en salud, en sonido, en medio ambiente
etc. desde hace unos años, haciendo especial hincapié en varias cuestiones: supone una
vulneración importante de los derechos fundamentales de la ciudadanía, perjudica de
forma evidente y grave la salud de las personas, las Administraciones Públicas no están
cumpliendo con sus obligaciones, los ruidos son cada vez más y más intensos, y
finalmente afectan de forma acelerada a más personas.
España es el segundo país más ruidoso del mundo, tras Japón. La situación ha
llegado a tales extremos, tras la invasión de calles y plazas por terrazas desmesuradas e
incontroladas, que el problema está diariamente en los medios de comunicación de un
sitio u otro, que no paran de crearse asociaciones de vecinos para protestar contra el
ruido y exigir a los ayuntamientos, que es su competencia, que le pongan coto.
A todos nos gustan las calles en ciertos momentos y son un buen lugar de ocio,
evidentemente, pero no pueden ser expropiadas día y noche para el negocio del ocio, y
además pagar su mantenimiento y limpieza entre todos. El uso principal de la vía pública
es peatonal, después para la movilidad de vehículos y solo finalmente se pueden
emplear en otros usos sin lesionar los anteriores.
El ruido está haciendo resaltar un nuevo proceso urbano, el de la segregación
funcional. Recuerda de alguna manera la distribución social y económica del espacio
urbano medieval. Ahora algunas partes de la ciudad se están priorizando o privilegiando
para ciertas actividades, como es el caso del ocio, lo que en principio, si se hace bien, no
tendría que generar problemas. Lo que no se puede admitir es que se haga echando de
ellas a los vecinos por el método de hacerles la vida imposible, de arruinar sus negocios
tradicionales, de devaluar de sus casas y locales, de no poder dejar un coche en ningún
sitio.
Pero estamos ante una mercantilización de las calles promovida desde los
ayuntamientos y de paso se mercantiliza a la ciudadanía. También se mercantiliza todo
aquello que pueda generar dinero a quienes tienen poder de convicción ante el
ayuntamiento. Si estorban las ordenanzas pues se ignoran, como pasa con la de Terrazas
y Veladores. Si el Estado pone leyes que los ayuntamientos deben cumplir y hacer
cumplir, como la del ruido, pues se ocultan durante veinte años y no pasa nada. Si la Ley
de Patrimonio Aragonés, para proteger los edificios declarados Bien de Interés Cultural
y su entorno, exige una autorización previa antes de que el ayuntamiento conceda la
licencia de terraza, pues se la saltan a la tolera. Así podríamos seguir, pero es suficiente.
Un amigo mío, muy buen arqueólogo zaragozano me decía, cuando se construían
los porches nuevos de la plaza del Pilar, que él pensaba en “la meadica del perro”,
consistente en que alguien intenta hacerse resaltar poniendo su huella indecente en un
lugar de gran y reconocido valor. Siempre lo recuerdo cuando veo tanta terraza y tan
grande, pegada a iglesias y otros reconocidos edificios, o cuando veo la plaza del Pilar
convertida en un pabellón ferial permanente, o muchas calles y plazas transformadas en
verbena día y noche, sin razón, sin proporción y sin consenso.
Estamos ante una nueva mercantilización de las personas y de los valores
humanos, no vista desde hace muchos años, se está realizando con nuevas formas y
recursos, es en realidad un nuevo tipo de servidumbre, aunque nos cueste reconocerlo,
y se da muy claramente en las redes sociales y en muchos medios de internet, que
convierten nuestras vidas en dinero ajeno. ¿Dónde quedan los derechos individuales?
¿Quién los protege y cómo? ¿Podemos recuperar nuestra intimidad y privacidad?
¿Somos libres o solo en unos pequeños rinconcitos?